En este post compartiré algunas reflexiones (son solo eso, reflexiones e ideas) sobre la influencia de nuestras emociones en el tipo de ideología o de visión de vida que profesamos. Para los fines específicos de este post, usaré indistintamente los términos "ideología", "cosmovisión", "visión de vida" o "creencias básicas" para significar el conjunto de asunciones, convicciones y ideas que configuran y le dan sentido a nuestra visión del mundo, y que nos sirven para evaluar y juzgar todo lo que ocurra en nuestra vida. En este post, el término ideología no debe comprenderse en un sentido peyorativo ni ofensivo.
La inspiración de escribir este post surgió de la lectura del blog del filósofo Jeff Meyerhoff, quien ha sido uno de los pocos filósofos interesados en la influencia de nuestras emociones en la filosofía de la que somos seguidores. En otras palabras, Meyerhoff explora cómo nuestras emociones determinan (o influyen fuertemente) en el tipo de cosmovisión que aceptamos como válida. Su tesis responde a la pregunta: ¿por qué elegimos como válida esta ideología o cosmovisión en vez de otra?
Pero Meyerhoff va más allá: él señala que el tipo de cosmovisión que tengamos también determina la forma en que evaluamos las evidencias, pruebas y argumentos a favor y en contra de cualquier asunto (especialmente, los que afectan a nuestra ideología). Esto implica que, aun en cuestiones sobre hechos, se puedan tener diferencias de interpretación que pueden dar lugar a diferencias de opiniones, algunas veces irreconciliable. (Esto no ocurre cuando hay criterios compartidos acordados de evaluación, como ocurre en la ciencia oficial)
Pero Meyerhoff no se queda allí. Él considera que la filosofía ha operado durante mucho tiempo con la creencia de que existe una verdad objetiva que puede ser conocida por un ser totalmente racional, y que en tal historia no tiene nada que ver con nuestra esfera emocional. Según él, esta visión idealista no es correcta, porque nuestras emociones influirán en nuestra cosmovisión, y esta a su vez determinará la forma en que interpretamos lo que es verdadero y lo que no lo es; ya que aun el caso de que una teoría o tesis se corresponda con la realidad será problemático por la propia noción de realidad no es absoluta ni indiscutible (por ejemplo, un marxista interpreta la"realidad social" de forma muy diferente a la de un neoliberal; un psicoanalista interpreta los fenómenos mentales en forma muy distinta a un psicólogo fisiológico; un positivista entiende la ciencia de una forma muy distinta a un marxista o a un hermenéutico, etc.)
Esto evidentemente nos lleva a un relativismo, del cuál Meyerhoff es consciente, hasta el punto de que ha tratado fundamentar un tipo de relativismo que no posea los problemas clásicos que plantea esta posición.
Pero aquí no intentaré referirme a este aspecto relativista que parece desprenderse de la tesis de Meyerhoff. Personalmente, no soy seguidora del relativismo, y yo sí pienso que existe una verdad objetiva. Pero esta sería otra cuestión. Aquí lo que trataré es de reflexionar sobre el tipo de emociones y personaliad que puede propiciar la aceptación de un tipo particular de cosmovisión o ideología, independientemente de si esa ideología es verdadera o falsa. Este será entonces un post referido a la psicología de nuestras creencias, no a los problemas de la filosofía o de la verdad. Aquí la falacia genética no tiene papel alguno.
Piense por un momento el lector zetético en las discusiones que usted ha tenido en su vida, especialmente las referidas a temas que tocan sus creencias más profundas (ej: religiosas o políticas). ¿Recuerda usted haber convencido a la otra parte de que usted tenía razón? ¿Fue usted convencido de que la otra parte tenía razón? Para responder esta pregunta con sinceridad, es necesario que previamente piense solo en sus debates sobre creencias básicas (no en controversia sobre asuntos irrelevantes o trivales para usted).
En la gran mayoría de los casos, la experiencia muestra que las personas sostienen sus creencias independientemente del argumento o evidencia en contra que podamos ofrecerles. Y esto no solo vale para "los demás", sino para nosotros mismos también (en mayor o menor medida). Para rechazar la evidencia o argumentación contraria, casi siempre se recurre a:
1)Minimizar el peso o importancia de la evidencia (ej: descalificando al emisor o productor de ella).
2)Usando eufemismos o lenguaje cargado de adjetivos que, en sí mismos, ofrezcan matices semánticos ad hoc que tergiversen la opinión contraria, que la hagan parecer absurda o irracional, o que anulen el peso probatorio del argumento.
3)Seleccionando solo aquella información que confirma nuestra visión, e ignorando la contraria.
4)Aplicando dobles estándares para evaluar hechos de la misma categoría; o el mismo estándar para evaluar hechos de diferente categoría (ej: usando criterios científicos-experimentales para evaluar la poesía).
5)Apelando al consenso o a la opinión mayoritaria (científica, popular, etc.)
Pueden existir otras formas en que "nos manipulamos" para aceptar o rechazar una cierta historia, hecho o teoría. Pero aquí viene lo interesante: ¿por qué actuamos así? ¿por qué una persona inteligente y educada puede sostener una visión diferente, y aun opuesta, sobre un asunto determinado al mismo tiempo que otra persona, también inteligente o educada? Basta echarle un vistazo a la historia de la filosofía para comprobar esto.
Sea cual sea la verdad objetiva, el hecho es que casi todas las personas están convencidas de que su visión es la correcta y verdadera, y que las demás son falsas. Y aun cuando discuten sobre ello, salen de esa discusión más convencidos que nunca de que los que piensan diferente son ignorantes, irracionales, estúpidos e incapaces de entender sus argumentos o pruebas.
Pienso que lo anterior no es nada nuevo, y cualquier persona adulta sabrá (o intuirá) que esto es lo que ocurre con frecuencia.
La pregunta que ahora surge, siguiendo la tesis de Meyerhoff, es : ¿es posible identificar en nosotros mismos, y en los demás, un tipo de personalidad, carácter y emociones que predispongan a creer en un cierto tipo de ideología o cosmovisión? Pienso que sí, aun cuando esa identificación no sea absoluta ni tenga precisión matemática; pero es lo suficientemente útil para comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
En mi opinión, las grandes ideologías o visiones de vida se corresponden con ciertas emociones y personalidades reconocibles, a saber:
1)El socialismo es frecuentemente (pero no exclusivamente) sustentado y defendido por personas que han sido social y personalmente marginadas, que han carecido desde pequeños de los recursos económicos suficientes para llevar una vida opulenta en términos materiales. También por personas que han fracasado en términos competitivos (ej: cuando de niños competían, y perdían, contra sus hermanos o primos; o cuando eran derrotados en ámbitos intelectuales o académicos).
Esto les ha producido una gran desconfianza en sus facultades individuales para lograr el éxito (en el ámbito en donde fueron derrotados) lo cuál ha promovido el ideal "socialista" como respuesta. Es decir, dado que individualmente somos tan frágiles e imperfectos, no parece seguro confiar en el "individuo", por lo que depositamos la confianza en la "sociedad". Esto luego se racionalizará con eslóganes sobre "el bien común", la "justicia social", o simplemente "lo social".
Esto puede explicar la creencia que tienen algunos de que los socialistas son unos "resentidos" o "envidiosos".
Frecuentemente, los socialistas se ven así mismos como éticamente superiores, humanos de un nivel supremo antes no alcanzado por nadie (¿recuerda aquella frase del Che Guevara de que el revolucionario es el más alto escalón del ser humano?), personas que desafían el status quo social y a veces hasta como "salvadores" que luchan contracorriente. Tienden a ser ética e intelectualmente elitistas (que ven a los no-socialistas como intelectualmente ciegos e influidos por la ideología burguesa).
Que el socialismo sea lo éticamente correcto o no, no es lo que se analiza aquí; sino las razones emocionales que pueden llevar a una persona a ser socialista.
2)El neoliberalismo es aceptado y defendido por otro tipo de personas. Básicamente, el neoliberal se ve como alguien muy confiado en sus poderes y capacidades individuales para ganar dinero y para poner en orden su vida; precisamente por esto, se siente bien con la competitividad propia del capitalismo, ya que sabe que allí saldrá en buena posición; tiende a ser económicamente elitista, en el sentido de creerse que pertenece a algún tipo de club de privilegiados (esto se ve frecuentemente en personas de clase media, quienes se creen ricos sin serlo). Tienden a ver con desprecio (o al menos con recelo) a los económicamente desfavorecido.
La personalidad del neoliberal ha sido construída por experiencias positivas en ámbitos competitivos: muchos de ellos accedieron a buena educación, en caros colegios y universidades, rodéandose de personas de dinero, ciertos lujos y comodidades que (según cree, con o sin razón) se "ha ganado solo con su esfuerzo" y que "merece".
Estos individuos, en general, son conscientes de que existe pobreza y gente marginada, pero esa consciencia solo existe en el plano intelectual, no en un plano ético ni existencial, por lo cuál estas personas no tienen un interés vital y radical de ayudar al prójimo. Puede que lo hagan si buscan algún cargo político, pero no sienten un compromiso radical y activo de beneficiar constantemente a los más necesitados. Su lema parece ser "primero yo, luego los demás..."
También tienen la creencia de que la gente es pobre porque es "floja", "ignorante" o "inculta" (al creer que las condiciones sociales son las mismas para todos). Por este motivo, tiende a juzgar "moralmente" a los que son inferiores en el plano económico-social.
Lo señalado hasta aquí hace comprensible un hecho bien conocido por todos: es más fácil convencer de las bondades del socialismo a un obrero que a un capitalista. Si usted va con el "manifiesto comunista" de Marx ante un conjunto de empresarios, la mayoría de ellos se reiría de ese documento, diría que es obsoleto, que ha sido superado, que ese proyecto ha fracaso (ej: en la URSS), etc. Pero si usted, con ese mismo documento, se dirige a un conjunto de obreros y trabajadores de una fábrica, la mayoría de ellos probablemente le diga: "Yo creo que Marx tiene razón".
3)Otro ejemplo se puede apreciar en el pseudo-escepticismo ateo. Un hecho curioso es que un buen porcentaje de los que profesan esta ideología han sufrido una experiencia negativa con algún tipo de religión o filosofía de vida. Según mi experiencia, muchos de ellos se quejan de que fueron víctimas de abusos e imposiciones cuando recibieron educación en algún colegio cristiano o religioso, y recuerdan esa experiencia con cierto rencor.
David Leitner, quien ha tratado directamente (en persona) con muchos de los miembros de unos de estos grupos, señaló en un artículo: "The theme that has emerged time after time, as I become closely acquainted with individual PhACT members is this: Each one who has disclosed personal details of their formative years, say up until their early 20’s, has had an unfortunate experience with a faith-based philosophy, most often a conventional major religion. Very often, their family or community has (almost forcibly) imposed this philosophy on them from a very early age; but then as they matured, they threw off this philosophy with a vengeance, vowing at a soul level never to be so victimized again. Less often, it appears that they have instead voluntarily and enthusiastically embraced, for example, a New Age cult, or have become say, a born-again Christian. Then after a few years, they become convinced of the folly of that infatuation with the same basic result. They throw off this philosophy with a vengeance, vowing at a soul level never to be so victimized again".
Esto coincide con mi propia experiencia al tratar por bastante tiempo con algunos "escépticos" que he conocido en persona, aunque los casos que conocí padecían también de trastornos emocionales y sociales más evidentes (casi siempre, sufrían del Síndrome de Asperger, que produjo en ellos un rechazo social en su infancia por ser considerados "raros", "excéntricos", "nerds" y ser objeto de burlas, insultos y exclusión). Por supuesto, esto no puede afirmarse de todos ellos (determinar el porcentaje exacto requeriría un estudio sociológico); pero parece que, como dije antes, hay un buen número de ellos que sí ha sido influido por una experiencia dolorosa o decepcionante relativa a alguna religión, o a algo relacionado con Dios. Esto los convirtió en ateos "duros" y materialistas, que ahora tienen la misión de acabar con la religión y la superstición (concepto en el que ellos incluyen todo lo que contradiga al materialismo que ellos profesan). Esto también puede explicar la tendencia de algunos de estos individuos a la injuria y la difamación (una conducta claramente irracional y emocionalmente motivada) y en general al lenguaje rudo, agresivo y hostil que tanto los caracteriza.
Por observación propia (y no sé si ello sea extrapolable como regla al conjunto de pseudo-escépticos), he visto que estas personas tienden a ser muy solitarias, y son mal vistas por sus compañeros y entorno cercano. Se enfurecen rápidamente (confieso que a veces me divertía haciéndolos enfurecer, una conducta que ahora considero infantil y censurable de mi parte), y son capaces de armar una interminable discusión por temas triviales (parecen siempre prestos a polemizar). También he notado que no son dados a reconocer sus errores, sino que porfían en ellos hasta el final. Y son extremadamente sensibles a la crítica y especialmente sensibles a que le lleves la contraria (esto es una de las cosas que más los enfurece y que menos toleran, y tienen tendencia a creer que son siempre incomprendidos, o que actúas siempre con mala intención). También he notado que tienden a ser vengativos, y les cuesta perdonar. Todo esto causa que sean mal vistos por los demás, que tengan pocos amigos, que sean considerados amargados, resentidos e intelectualmente soberbios, que no sean invitados a fiestas y reuniones, o que se les trate con recelo o desconfianza. Hay estudios estadísticos que apoyan esta última observación.
El punto es que parece evidente que se requiere de un cierto tipo de personalidad para ser pseudo-escéptico. Una persona llena de empatía, de respeto por el prójimo, de tolerancia y respeto por las ideas contrarias (aunque no las comparta o las considere erróneas), de amor por los semejantes, de un sentido del humor constructivo y ameno, de habilidades comunicativas y sociales excelentes, de deseo por descubrir la verdad en vez de de afirmarla categóricamente, de ganas de examinar ambos lados de un tema intelectual controversial con la misma ecuanimidad (sin favorecer lo "oficial" en desmedro de lo heterodoxo; aun cuando su visión sobre la religión sea heterodoxa.), difícilmente será seducida por esta ideología (o si lo hace, la abandonará prontamente, ya que sentirá muy incómoda e insatisfecha con ella).
También una persona muy religiosa, muy dogmática en su fe, muy creyente en temas espirituales, sentirá un automático rechazo por el pseudo-escepticismo ateo. Lo mismo alguna persona de mentalidad científica quien vea en la ciencia un método falible de indagación y exploración, y no un instrumento para adoctrinar a los demás con una determinada ideología personal.
Este tipo de personalidad es muy poco común, razón por la cuál el pseudo-escéptico ateo es una minoría ridículamente insignificante (en términos numéricos, si se toma en cuenta el conjunto de la población). De hecho, dentro del conjunto de los ateos, el pseudo-escéptico ateo es también minoría (o quizás, borde el 50%; pero ciertamente no todos los ateos son pseudo-escépticos)
4)Otro ejemplo es el del converso religioso. Estas personas han sufrido también una gran decepción emocional antes de su "conversión". Pero a diferencia del pseudo-escéptico, el converso religioso tiene avidez por temas espirituales, le interesa el tema de la trascendencia, de una significación trascendental del ser humano. El converso religioso pudo haber pasado de una religión a otra, casi siempre debido a una decepción de la religión anterior (o del líder de su culto). Pero dado que su personalidad tiende a la búsqueda de lo trascendente y espiritual, no se ha ido al polo opuesto de la anti-religión atea-materialista; sino que busca alternativas espirituales en otras religiones organizadas, o en doctrinas espirituales no religiosas.
Puede darse el caso de una conversión religiosa por parte de un ateo. Esto ocurre casi siempre debido a alguna experiencia espiritual, o porque la persona se siente emocionalmente insatisfecha con la visión atea, cuando se han percatado de lo estéril que es tratar de convertir a los demás al ateísmo, y de la sensación de vacío, soledad y tedio que tal visión les ha producido en su vida. (No todos se sienten vacíos al ser ateos, por lo que no tienen un motivo emocional para abandonar su postura; estos no cambiarán su visión, ya que no necesitan dicho cambio y tampoco lo desean)
5)En cuanto al religioso común, no he podido ver que exista un tipo específico de personalidad; y sospecho que la razón se debe a que hay religiones que forman parte de nuestra cultura, y en la cuál se nos adoctrina a todos desde niños, independientemente de nuestra personalidad. Por este motivo, la creencia en tal religión es parte de la formación que se ha recibido, no de un tipo de personalidad concreta; por lo que en el grupo de "religiosos comunes" pueden encontrarse todo tipo de personas clasificadas según criterios emocionales.
Pueden encontrarse algunas excepciones a lo antes expuestos, pero aquí lo que interesa es explorar la regla o patrón más común. Lo anterior es solo un intento imperfecto por explorar la psicología de las creencias básicas, siguiendo a mi manera la tesis de Mayerhoff (aunque lo aquí escrito no debe considerarse apoyado por él, sino que es una opinión personal propia). Esta tesis puede ser en todo o en parte equivocada; pero vale la pena reflexionar sobre ella.
6)Los racionalistas, por su parte, frecuentemente consideran que la "razón" es el mejor atributo del ser humano, y que por tanto, cultivar la racionalidad y la lógica los coloca en una posición superior al resto de personas menos racionales. Emocionalmente, el sentirse y autodenominarse de "racionalistas" alimenta su ego, su sentido de importancia personal, su autoestima, y sobre todo, los hace sentirse superiores. Para ellos, ser considerados como "racionales" por los demás es su máxima meta (y por eso hacen tanto alarde de ello), ya que piensan que ese calificativo les confiere mayor dignidad, reconocimiento o estatus. (Esto implica que es casi imposible que una persona deje de ser racionalista, si previamente no deja de depositar en la "razón" su sentimiento personal de superioridad)
Es por eso que el que se considera como racionalista, cuando se enfurece, usa como insulto el calificativo de "irracional" (o alguna otra expresión que haga ver que el "enemigo" es irracional, tales como "sofista" o falaz). También, y por el mismo motivo, una de las cosas que más enfurece al "racionalista" es cuando le demuestras lo irracional que es en algunos casos, o cuando rebates con evidencias la debilidad o falsedad de su razonamiento.
No es de extrañar que, como regla general, los racionalistas son personas fracasadas en áreas no intelectuales, tales como los deportes, las conquistas amorosas, o el arte (excepcionalmente, se consiguen racionalistas que han destacado en otras áreas, por ejemplo, la poesía). Dado que han fracasado en estas áreas, y son muy torpes en ella, su autoestima y sentido de valor propio no puede depositarse en dichas áreas, sino en otras donde puedan destacar o, al menos, no fracasar estrepitosamente (ej: las áreas intelectuales).
Esto puede explicar por qué los "nerds" se destacan en los estudios, no en los deportes, ni en la vida social, ni en las conquistas amorosas.
El "racionalista" está frecuentemente ávido de certezas y respuestas infalibles, definitivas y categóricas. Le cuesta tolerar la incertidumbre, la duda, el conocimiento provisional, la falibilidad de sus conjeturas u opiniones. Tiende a saltar a conclusiones rápidas y precipitadas (cuando confirman su opinión), o a rechazar rápidamente las opiniones contrarias. Le cuesta aceptar sus propios errores y equivocaciones, sobre todo si son errores teóricos o de opinión (ya que eso, según él, pone en duda su "racionalidad", lo cual no es tolerable)
Por este motivo, si usted habla con un autoproclamado "racionalista", sentirá como si él le estuviera dando una "cátedra", como si tuviese delante de usted a un profesor que trata de "instruirlo"; sus opiniones casi siempre se expresan con frases categóricas, lapidarias, incontrovertibles, no matizadas. Este uso del lenguaje es un indicio bastante fiable de la forma en que piensan estos sujetos. Algunos de ellos tienden a ser bastante dogmáticos y frecuentemente son autoritarios.
7)Los posmodernos manifiestan otros rasgos personales, muy diferentes al "racionalista". No toleran el dogmatismo ni la certeza; dudan y cuestionan todo tipo de certezas y afirmaciones categóricas, y están ávidos por la pluralidad de criterios, valores u opiniones. Paradójicamente, en casos extremos, esta visión se convierte en sí misma en un nuevo dogma que no puede cuestionarse. Y pueden caer fácilmente en el irracionalismo. También puede degenerar en un sentimiento de soberbia y grandeza, al sentirse "por encima" de cualquier paradigma o verdad.
Es curioso que algunos posmodernos han sido "racionalistas" en su juventud; pero la insatisfacción que esa actitud les produjo, debido a que configuró en ellos un talante dogmático y cerrado, además de arrogante, hizo que se rebelaran ante el racionalismo. Sintieron que la "razón" no los llenaba emocionalmente, ni por sí sola les permitía desempeñar actividades cotidianas menos frías y calculadas (ej: empatizar con otras personas, consolidar los lazos de amistad, comprender puntos de vistas opuestos sin intentar descalificar al interlocutor, etc.)
En otros casos, haber sido víctimas de los racionalistas y su convicción en una verdad única (la de ellos), los indujo a buscar en el posmodernismo una vía de escape que "relativizara" el autoritarismo y dogmatismo percibido en el racionalista.
Se puede ver entonces que la tesis de Meyerhoff es plausible; y que si observamos con detenimiento, se requiere cierto tipo de personalidad básica para aceptar como válida una determinada ideología, y rechazar las demás. Y que el cambio de una ideología a otra está casi siempre precedido por una experiencia vital y emocionalmente importante, que sirvió de detonante para un cambio de perspectiva. Ya la antigua ideología dejó de ser emocional y vitalmente satisfactoria, y esto indujo a buscar nuevos horizontes en forma de una nueva cosmovisión.
Tenga en cuenta que lo explicado con anterioridad no se agota solo en los temas que he abordado, sino en cualquier clase de creencia básica sobre el asunto que sea. Y los casos anteriores no son siempre excluyentes, dado que de hecho se solapan frecuentemente cuando comparten la misma o similar base emocional (ej: el pseudo-escéptico casi siempre se ve así mismo como racionalista). También es importante entender que, de ser correcta la tesis de Meyerhoff, ella opera para todos nosotros, no solo para los demás. De forma tal que no se trata de colocarse en un pedestal donde se juzgue a los demás, sino entender un mecanismo psicológico que vale, en principio, para todos ser humano, empezando por uno mismo. Todos nosotros nos podemos ver reflejado en cualesquiera de las ideologías o creencias antes analizadas (o en otras no mencionadas aquí).
Si está interesado en este tema, le sugiero que empiece por examinarse usted mismo. Busque el fundamento último de sus creencias y convicciones más sólidas, y qué necesidad emocional o psicológica ella llena. Y para que no sienta su ego amenazado ni asuma una actitud defensiva o justificatoria, no le diga a nadie lo que encuentre en usted al examinar sus creencias. Será un experimento íntimo, personal y secreto, que nadie tiene por qué saber. Pero que le revelará mucho sobre usted mismo.
Buen viaje a su interior... espero que regrese.
La inspiración de escribir este post surgió de la lectura del blog del filósofo Jeff Meyerhoff, quien ha sido uno de los pocos filósofos interesados en la influencia de nuestras emociones en la filosofía de la que somos seguidores. En otras palabras, Meyerhoff explora cómo nuestras emociones determinan (o influyen fuertemente) en el tipo de cosmovisión que aceptamos como válida. Su tesis responde a la pregunta: ¿por qué elegimos como válida esta ideología o cosmovisión en vez de otra?
Pero Meyerhoff va más allá: él señala que el tipo de cosmovisión que tengamos también determina la forma en que evaluamos las evidencias, pruebas y argumentos a favor y en contra de cualquier asunto (especialmente, los que afectan a nuestra ideología). Esto implica que, aun en cuestiones sobre hechos, se puedan tener diferencias de interpretación que pueden dar lugar a diferencias de opiniones, algunas veces irreconciliable. (Esto no ocurre cuando hay criterios compartidos acordados de evaluación, como ocurre en la ciencia oficial)
Pero Meyerhoff no se queda allí. Él considera que la filosofía ha operado durante mucho tiempo con la creencia de que existe una verdad objetiva que puede ser conocida por un ser totalmente racional, y que en tal historia no tiene nada que ver con nuestra esfera emocional. Según él, esta visión idealista no es correcta, porque nuestras emociones influirán en nuestra cosmovisión, y esta a su vez determinará la forma en que interpretamos lo que es verdadero y lo que no lo es; ya que aun el caso de que una teoría o tesis se corresponda con la realidad será problemático por la propia noción de realidad no es absoluta ni indiscutible (por ejemplo, un marxista interpreta la"realidad social" de forma muy diferente a la de un neoliberal; un psicoanalista interpreta los fenómenos mentales en forma muy distinta a un psicólogo fisiológico; un positivista entiende la ciencia de una forma muy distinta a un marxista o a un hermenéutico, etc.)
Esto evidentemente nos lleva a un relativismo, del cuál Meyerhoff es consciente, hasta el punto de que ha tratado fundamentar un tipo de relativismo que no posea los problemas clásicos que plantea esta posición.
Pero aquí no intentaré referirme a este aspecto relativista que parece desprenderse de la tesis de Meyerhoff. Personalmente, no soy seguidora del relativismo, y yo sí pienso que existe una verdad objetiva. Pero esta sería otra cuestión. Aquí lo que trataré es de reflexionar sobre el tipo de emociones y personaliad que puede propiciar la aceptación de un tipo particular de cosmovisión o ideología, independientemente de si esa ideología es verdadera o falsa. Este será entonces un post referido a la psicología de nuestras creencias, no a los problemas de la filosofía o de la verdad. Aquí la falacia genética no tiene papel alguno.
Piense por un momento el lector zetético en las discusiones que usted ha tenido en su vida, especialmente las referidas a temas que tocan sus creencias más profundas (ej: religiosas o políticas). ¿Recuerda usted haber convencido a la otra parte de que usted tenía razón? ¿Fue usted convencido de que la otra parte tenía razón? Para responder esta pregunta con sinceridad, es necesario que previamente piense solo en sus debates sobre creencias básicas (no en controversia sobre asuntos irrelevantes o trivales para usted).
En la gran mayoría de los casos, la experiencia muestra que las personas sostienen sus creencias independientemente del argumento o evidencia en contra que podamos ofrecerles. Y esto no solo vale para "los demás", sino para nosotros mismos también (en mayor o menor medida). Para rechazar la evidencia o argumentación contraria, casi siempre se recurre a:
1)Minimizar el peso o importancia de la evidencia (ej: descalificando al emisor o productor de ella).
2)Usando eufemismos o lenguaje cargado de adjetivos que, en sí mismos, ofrezcan matices semánticos ad hoc que tergiversen la opinión contraria, que la hagan parecer absurda o irracional, o que anulen el peso probatorio del argumento.
3)Seleccionando solo aquella información que confirma nuestra visión, e ignorando la contraria.
4)Aplicando dobles estándares para evaluar hechos de la misma categoría; o el mismo estándar para evaluar hechos de diferente categoría (ej: usando criterios científicos-experimentales para evaluar la poesía).
5)Apelando al consenso o a la opinión mayoritaria (científica, popular, etc.)
Pueden existir otras formas en que "nos manipulamos" para aceptar o rechazar una cierta historia, hecho o teoría. Pero aquí viene lo interesante: ¿por qué actuamos así? ¿por qué una persona inteligente y educada puede sostener una visión diferente, y aun opuesta, sobre un asunto determinado al mismo tiempo que otra persona, también inteligente o educada? Basta echarle un vistazo a la historia de la filosofía para comprobar esto.
Sea cual sea la verdad objetiva, el hecho es que casi todas las personas están convencidas de que su visión es la correcta y verdadera, y que las demás son falsas. Y aun cuando discuten sobre ello, salen de esa discusión más convencidos que nunca de que los que piensan diferente son ignorantes, irracionales, estúpidos e incapaces de entender sus argumentos o pruebas.
Pienso que lo anterior no es nada nuevo, y cualquier persona adulta sabrá (o intuirá) que esto es lo que ocurre con frecuencia.
La pregunta que ahora surge, siguiendo la tesis de Meyerhoff, es : ¿es posible identificar en nosotros mismos, y en los demás, un tipo de personalidad, carácter y emociones que predispongan a creer en un cierto tipo de ideología o cosmovisión? Pienso que sí, aun cuando esa identificación no sea absoluta ni tenga precisión matemática; pero es lo suficientemente útil para comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
En mi opinión, las grandes ideologías o visiones de vida se corresponden con ciertas emociones y personalidades reconocibles, a saber:
1)El socialismo es frecuentemente (pero no exclusivamente) sustentado y defendido por personas que han sido social y personalmente marginadas, que han carecido desde pequeños de los recursos económicos suficientes para llevar una vida opulenta en términos materiales. También por personas que han fracasado en términos competitivos (ej: cuando de niños competían, y perdían, contra sus hermanos o primos; o cuando eran derrotados en ámbitos intelectuales o académicos).
Esto les ha producido una gran desconfianza en sus facultades individuales para lograr el éxito (en el ámbito en donde fueron derrotados) lo cuál ha promovido el ideal "socialista" como respuesta. Es decir, dado que individualmente somos tan frágiles e imperfectos, no parece seguro confiar en el "individuo", por lo que depositamos la confianza en la "sociedad". Esto luego se racionalizará con eslóganes sobre "el bien común", la "justicia social", o simplemente "lo social".
Esto puede explicar la creencia que tienen algunos de que los socialistas son unos "resentidos" o "envidiosos".
Frecuentemente, los socialistas se ven así mismos como éticamente superiores, humanos de un nivel supremo antes no alcanzado por nadie (¿recuerda aquella frase del Che Guevara de que el revolucionario es el más alto escalón del ser humano?), personas que desafían el status quo social y a veces hasta como "salvadores" que luchan contracorriente. Tienden a ser ética e intelectualmente elitistas (que ven a los no-socialistas como intelectualmente ciegos e influidos por la ideología burguesa).
Que el socialismo sea lo éticamente correcto o no, no es lo que se analiza aquí; sino las razones emocionales que pueden llevar a una persona a ser socialista.
2)El neoliberalismo es aceptado y defendido por otro tipo de personas. Básicamente, el neoliberal se ve como alguien muy confiado en sus poderes y capacidades individuales para ganar dinero y para poner en orden su vida; precisamente por esto, se siente bien con la competitividad propia del capitalismo, ya que sabe que allí saldrá en buena posición; tiende a ser económicamente elitista, en el sentido de creerse que pertenece a algún tipo de club de privilegiados (esto se ve frecuentemente en personas de clase media, quienes se creen ricos sin serlo). Tienden a ver con desprecio (o al menos con recelo) a los económicamente desfavorecido.
La personalidad del neoliberal ha sido construída por experiencias positivas en ámbitos competitivos: muchos de ellos accedieron a buena educación, en caros colegios y universidades, rodéandose de personas de dinero, ciertos lujos y comodidades que (según cree, con o sin razón) se "ha ganado solo con su esfuerzo" y que "merece".
Estos individuos, en general, son conscientes de que existe pobreza y gente marginada, pero esa consciencia solo existe en el plano intelectual, no en un plano ético ni existencial, por lo cuál estas personas no tienen un interés vital y radical de ayudar al prójimo. Puede que lo hagan si buscan algún cargo político, pero no sienten un compromiso radical y activo de beneficiar constantemente a los más necesitados. Su lema parece ser "primero yo, luego los demás..."
También tienen la creencia de que la gente es pobre porque es "floja", "ignorante" o "inculta" (al creer que las condiciones sociales son las mismas para todos). Por este motivo, tiende a juzgar "moralmente" a los que son inferiores en el plano económico-social.
Lo señalado hasta aquí hace comprensible un hecho bien conocido por todos: es más fácil convencer de las bondades del socialismo a un obrero que a un capitalista. Si usted va con el "manifiesto comunista" de Marx ante un conjunto de empresarios, la mayoría de ellos se reiría de ese documento, diría que es obsoleto, que ha sido superado, que ese proyecto ha fracaso (ej: en la URSS), etc. Pero si usted, con ese mismo documento, se dirige a un conjunto de obreros y trabajadores de una fábrica, la mayoría de ellos probablemente le diga: "Yo creo que Marx tiene razón".
3)Otro ejemplo se puede apreciar en el pseudo-escepticismo ateo. Un hecho curioso es que un buen porcentaje de los que profesan esta ideología han sufrido una experiencia negativa con algún tipo de religión o filosofía de vida. Según mi experiencia, muchos de ellos se quejan de que fueron víctimas de abusos e imposiciones cuando recibieron educación en algún colegio cristiano o religioso, y recuerdan esa experiencia con cierto rencor.
David Leitner, quien ha tratado directamente (en persona) con muchos de los miembros de unos de estos grupos, señaló en un artículo: "The theme that has emerged time after time, as I become closely acquainted with individual PhACT members is this: Each one who has disclosed personal details of their formative years, say up until their early 20’s, has had an unfortunate experience with a faith-based philosophy, most often a conventional major religion. Very often, their family or community has (almost forcibly) imposed this philosophy on them from a very early age; but then as they matured, they threw off this philosophy with a vengeance, vowing at a soul level never to be so victimized again. Less often, it appears that they have instead voluntarily and enthusiastically embraced, for example, a New Age cult, or have become say, a born-again Christian. Then after a few years, they become convinced of the folly of that infatuation with the same basic result. They throw off this philosophy with a vengeance, vowing at a soul level never to be so victimized again".
Esto coincide con mi propia experiencia al tratar por bastante tiempo con algunos "escépticos" que he conocido en persona, aunque los casos que conocí padecían también de trastornos emocionales y sociales más evidentes (casi siempre, sufrían del Síndrome de Asperger, que produjo en ellos un rechazo social en su infancia por ser considerados "raros", "excéntricos", "nerds" y ser objeto de burlas, insultos y exclusión). Por supuesto, esto no puede afirmarse de todos ellos (determinar el porcentaje exacto requeriría un estudio sociológico); pero parece que, como dije antes, hay un buen número de ellos que sí ha sido influido por una experiencia dolorosa o decepcionante relativa a alguna religión, o a algo relacionado con Dios. Esto los convirtió en ateos "duros" y materialistas, que ahora tienen la misión de acabar con la religión y la superstición (concepto en el que ellos incluyen todo lo que contradiga al materialismo que ellos profesan). Esto también puede explicar la tendencia de algunos de estos individuos a la injuria y la difamación (una conducta claramente irracional y emocionalmente motivada) y en general al lenguaje rudo, agresivo y hostil que tanto los caracteriza.
Por observación propia (y no sé si ello sea extrapolable como regla al conjunto de pseudo-escépticos), he visto que estas personas tienden a ser muy solitarias, y son mal vistas por sus compañeros y entorno cercano. Se enfurecen rápidamente (confieso que a veces me divertía haciéndolos enfurecer, una conducta que ahora considero infantil y censurable de mi parte), y son capaces de armar una interminable discusión por temas triviales (parecen siempre prestos a polemizar). También he notado que no son dados a reconocer sus errores, sino que porfían en ellos hasta el final. Y son extremadamente sensibles a la crítica y especialmente sensibles a que le lleves la contraria (esto es una de las cosas que más los enfurece y que menos toleran, y tienen tendencia a creer que son siempre incomprendidos, o que actúas siempre con mala intención). También he notado que tienden a ser vengativos, y les cuesta perdonar. Todo esto causa que sean mal vistos por los demás, que tengan pocos amigos, que sean considerados amargados, resentidos e intelectualmente soberbios, que no sean invitados a fiestas y reuniones, o que se les trate con recelo o desconfianza. Hay estudios estadísticos que apoyan esta última observación.
El punto es que parece evidente que se requiere de un cierto tipo de personalidad para ser pseudo-escéptico. Una persona llena de empatía, de respeto por el prójimo, de tolerancia y respeto por las ideas contrarias (aunque no las comparta o las considere erróneas), de amor por los semejantes, de un sentido del humor constructivo y ameno, de habilidades comunicativas y sociales excelentes, de deseo por descubrir la verdad en vez de de afirmarla categóricamente, de ganas de examinar ambos lados de un tema intelectual controversial con la misma ecuanimidad (sin favorecer lo "oficial" en desmedro de lo heterodoxo; aun cuando su visión sobre la religión sea heterodoxa.), difícilmente será seducida por esta ideología (o si lo hace, la abandonará prontamente, ya que sentirá muy incómoda e insatisfecha con ella).
También una persona muy religiosa, muy dogmática en su fe, muy creyente en temas espirituales, sentirá un automático rechazo por el pseudo-escepticismo ateo. Lo mismo alguna persona de mentalidad científica quien vea en la ciencia un método falible de indagación y exploración, y no un instrumento para adoctrinar a los demás con una determinada ideología personal.
Este tipo de personalidad es muy poco común, razón por la cuál el pseudo-escéptico ateo es una minoría ridículamente insignificante (en términos numéricos, si se toma en cuenta el conjunto de la población). De hecho, dentro del conjunto de los ateos, el pseudo-escéptico ateo es también minoría (o quizás, borde el 50%; pero ciertamente no todos los ateos son pseudo-escépticos)
4)Otro ejemplo es el del converso religioso. Estas personas han sufrido también una gran decepción emocional antes de su "conversión". Pero a diferencia del pseudo-escéptico, el converso religioso tiene avidez por temas espirituales, le interesa el tema de la trascendencia, de una significación trascendental del ser humano. El converso religioso pudo haber pasado de una religión a otra, casi siempre debido a una decepción de la religión anterior (o del líder de su culto). Pero dado que su personalidad tiende a la búsqueda de lo trascendente y espiritual, no se ha ido al polo opuesto de la anti-religión atea-materialista; sino que busca alternativas espirituales en otras religiones organizadas, o en doctrinas espirituales no religiosas.
Puede darse el caso de una conversión religiosa por parte de un ateo. Esto ocurre casi siempre debido a alguna experiencia espiritual, o porque la persona se siente emocionalmente insatisfecha con la visión atea, cuando se han percatado de lo estéril que es tratar de convertir a los demás al ateísmo, y de la sensación de vacío, soledad y tedio que tal visión les ha producido en su vida. (No todos se sienten vacíos al ser ateos, por lo que no tienen un motivo emocional para abandonar su postura; estos no cambiarán su visión, ya que no necesitan dicho cambio y tampoco lo desean)
5)En cuanto al religioso común, no he podido ver que exista un tipo específico de personalidad; y sospecho que la razón se debe a que hay religiones que forman parte de nuestra cultura, y en la cuál se nos adoctrina a todos desde niños, independientemente de nuestra personalidad. Por este motivo, la creencia en tal religión es parte de la formación que se ha recibido, no de un tipo de personalidad concreta; por lo que en el grupo de "religiosos comunes" pueden encontrarse todo tipo de personas clasificadas según criterios emocionales.
Pueden encontrarse algunas excepciones a lo antes expuestos, pero aquí lo que interesa es explorar la regla o patrón más común. Lo anterior es solo un intento imperfecto por explorar la psicología de las creencias básicas, siguiendo a mi manera la tesis de Mayerhoff (aunque lo aquí escrito no debe considerarse apoyado por él, sino que es una opinión personal propia). Esta tesis puede ser en todo o en parte equivocada; pero vale la pena reflexionar sobre ella.
6)Los racionalistas, por su parte, frecuentemente consideran que la "razón" es el mejor atributo del ser humano, y que por tanto, cultivar la racionalidad y la lógica los coloca en una posición superior al resto de personas menos racionales. Emocionalmente, el sentirse y autodenominarse de "racionalistas" alimenta su ego, su sentido de importancia personal, su autoestima, y sobre todo, los hace sentirse superiores. Para ellos, ser considerados como "racionales" por los demás es su máxima meta (y por eso hacen tanto alarde de ello), ya que piensan que ese calificativo les confiere mayor dignidad, reconocimiento o estatus. (Esto implica que es casi imposible que una persona deje de ser racionalista, si previamente no deja de depositar en la "razón" su sentimiento personal de superioridad)
Es por eso que el que se considera como racionalista, cuando se enfurece, usa como insulto el calificativo de "irracional" (o alguna otra expresión que haga ver que el "enemigo" es irracional, tales como "sofista" o falaz). También, y por el mismo motivo, una de las cosas que más enfurece al "racionalista" es cuando le demuestras lo irracional que es en algunos casos, o cuando rebates con evidencias la debilidad o falsedad de su razonamiento.
No es de extrañar que, como regla general, los racionalistas son personas fracasadas en áreas no intelectuales, tales como los deportes, las conquistas amorosas, o el arte (excepcionalmente, se consiguen racionalistas que han destacado en otras áreas, por ejemplo, la poesía). Dado que han fracasado en estas áreas, y son muy torpes en ella, su autoestima y sentido de valor propio no puede depositarse en dichas áreas, sino en otras donde puedan destacar o, al menos, no fracasar estrepitosamente (ej: las áreas intelectuales).
Esto puede explicar por qué los "nerds" se destacan en los estudios, no en los deportes, ni en la vida social, ni en las conquistas amorosas.
El "racionalista" está frecuentemente ávido de certezas y respuestas infalibles, definitivas y categóricas. Le cuesta tolerar la incertidumbre, la duda, el conocimiento provisional, la falibilidad de sus conjeturas u opiniones. Tiende a saltar a conclusiones rápidas y precipitadas (cuando confirman su opinión), o a rechazar rápidamente las opiniones contrarias. Le cuesta aceptar sus propios errores y equivocaciones, sobre todo si son errores teóricos o de opinión (ya que eso, según él, pone en duda su "racionalidad", lo cual no es tolerable)
Por este motivo, si usted habla con un autoproclamado "racionalista", sentirá como si él le estuviera dando una "cátedra", como si tuviese delante de usted a un profesor que trata de "instruirlo"; sus opiniones casi siempre se expresan con frases categóricas, lapidarias, incontrovertibles, no matizadas. Este uso del lenguaje es un indicio bastante fiable de la forma en que piensan estos sujetos. Algunos de ellos tienden a ser bastante dogmáticos y frecuentemente son autoritarios.
7)Los posmodernos manifiestan otros rasgos personales, muy diferentes al "racionalista". No toleran el dogmatismo ni la certeza; dudan y cuestionan todo tipo de certezas y afirmaciones categóricas, y están ávidos por la pluralidad de criterios, valores u opiniones. Paradójicamente, en casos extremos, esta visión se convierte en sí misma en un nuevo dogma que no puede cuestionarse. Y pueden caer fácilmente en el irracionalismo. También puede degenerar en un sentimiento de soberbia y grandeza, al sentirse "por encima" de cualquier paradigma o verdad.
Es curioso que algunos posmodernos han sido "racionalistas" en su juventud; pero la insatisfacción que esa actitud les produjo, debido a que configuró en ellos un talante dogmático y cerrado, además de arrogante, hizo que se rebelaran ante el racionalismo. Sintieron que la "razón" no los llenaba emocionalmente, ni por sí sola les permitía desempeñar actividades cotidianas menos frías y calculadas (ej: empatizar con otras personas, consolidar los lazos de amistad, comprender puntos de vistas opuestos sin intentar descalificar al interlocutor, etc.)
En otros casos, haber sido víctimas de los racionalistas y su convicción en una verdad única (la de ellos), los indujo a buscar en el posmodernismo una vía de escape que "relativizara" el autoritarismo y dogmatismo percibido en el racionalista.
Se puede ver entonces que la tesis de Meyerhoff es plausible; y que si observamos con detenimiento, se requiere cierto tipo de personalidad básica para aceptar como válida una determinada ideología, y rechazar las demás. Y que el cambio de una ideología a otra está casi siempre precedido por una experiencia vital y emocionalmente importante, que sirvió de detonante para un cambio de perspectiva. Ya la antigua ideología dejó de ser emocional y vitalmente satisfactoria, y esto indujo a buscar nuevos horizontes en forma de una nueva cosmovisión.
Tenga en cuenta que lo explicado con anterioridad no se agota solo en los temas que he abordado, sino en cualquier clase de creencia básica sobre el asunto que sea. Y los casos anteriores no son siempre excluyentes, dado que de hecho se solapan frecuentemente cuando comparten la misma o similar base emocional (ej: el pseudo-escéptico casi siempre se ve así mismo como racionalista). También es importante entender que, de ser correcta la tesis de Meyerhoff, ella opera para todos nosotros, no solo para los demás. De forma tal que no se trata de colocarse en un pedestal donde se juzgue a los demás, sino entender un mecanismo psicológico que vale, en principio, para todos ser humano, empezando por uno mismo. Todos nosotros nos podemos ver reflejado en cualesquiera de las ideologías o creencias antes analizadas (o en otras no mencionadas aquí).
Si está interesado en este tema, le sugiero que empiece por examinarse usted mismo. Busque el fundamento último de sus creencias y convicciones más sólidas, y qué necesidad emocional o psicológica ella llena. Y para que no sienta su ego amenazado ni asuma una actitud defensiva o justificatoria, no le diga a nadie lo que encuentre en usted al examinar sus creencias. Será un experimento íntimo, personal y secreto, que nadie tiene por qué saber. Pero que le revelará mucho sobre usted mismo.
Buen viaje a su interior... espero que regrese.