martes, 12 de mayo de 2009

Máximo Sandín: Darwin, las ideas dominantes y los que dominan (duodécima entrega)

DARWIN, LAS IDEAS DOMINANTES Y LOS QUE DOMINAN

DUODÉCIMA ENTREGA: “No me chilles que no te veo”

Máximo Sandín



¡Hasta un niño de cinco años sería capaz de entender esto!... Rápido, busque a un niño de cinco años. Groucho Marx


El papel de “profeta del apocalipsis” resulta bastante antipático y verdaderamente agotador (supongo que más aún para el sufrido lector), aunque resulta cada día más perceptible, más palpable, que es allí a donde pueden llevarnos (no sabemos si premeditadamente) los dementes que verdaderamente gobiernan el Mundo. Por ello puede ser “terapéutico” para ambos (el lector y yo) intentar aislarnos por un tiempo, si es que eso es posible, de las siniestras “aplicaciones prácticas” del darwinismo y volver a su análisis científico.

Seguramente el lector no relacionado con el campo de la Biología se sorprendería si supiera que el siguiente silogismo parece resultar incomprensible en muchas facultades donde se enseña y se investiga esta disciplina, pero, como verá, es muy sencillo:

Premisa 1: El darwinismo actual está basado en la “Síntesis moderna”, elaborada sobre las hipótesis de la Genética de poblaciones.

Premisa 2: Los conocimientos actuales de genética demuestran que las hipótesis en que se basa la “Síntesis moderna” son absolutamente falsas.

Conclusión: (Me da vergüenza tener que escribirla).

No quiero dar la impresión de que adopto una actitud displicente con mis colegas. Sólo pretendo destacar la enorme confusión que existe en la Biología. Naturalmente que hay muchos biólogos que son conscientes de que la Síntesis “moderna” no tiene la menor relación con la realidad, pero los conceptos y los términos derivados de ella han pasado a formar parte del vocabulario biológico con una curiosa semejanza con que otras ideas y palabras, en cuyo origen y significado real no se piensa mucho, se repiten mecánicamente en rituales religiosos.

La enumeración de “jaculatorias” si la menor relación con la realidad que se repiten en los textos darwinistas sería inacabable: “Darwin completó la revolución copernicana”… “es el triunfo de la razón”… “fue el primero en dar una explicación materialista de la vida”… “el descubridor de la evolución”… “fue un incomprendido en su tierra”…

Pero hay otra práctica de los devotos darwinistas que resulta sospechosamente similar a las tradiciones escolásticas. El lector se sorprendería si, tras leer los “sencillos” textos de Darwin comprobara la riquísima y barroca colección de retórica y argumentos que sus seguidores han extraído de ellos y los sorprendentes y variados hallazgos derivados de sus “descubrimientos”.

Supongo que debe de ser algo muy semejante a las interpretaciones de los exegetas de los textos sagrados: Desde la calificación de las ideas de Darwin sobre “la adquisición necesaria por gradación de cada facultad y capacidad mental” como ideas precursoras de la neurobiología, pasando por su “predicción de la universalidad del código genético”, hasta la atribución al personaje de una ideología poco menos que revolucionaria (basada en la ya referida anécdota del esclavo brasileño) y su “ansia de justicia” o las “amputaciones” de las frases más significativas de sus textos, como la, ya citada frase final de “Sobre el origen de las especies…” o narrar el momento en el que llegó su “inspiración” (“por fin dispuse de una teoría que me permitía trabajar”) sin mencionar en qué lectura de la obra de qué siniestro personaje se basó esta “inspiración”. Algunas interpretaciones de “lo que quería decir” son tan retóricas y tan surrealistas que son difíciles de resumir en una cita, porque son verdaderos trabalenguas. Pero, sobre todo, la interpretación más elaborada es la que afirma que el Darwinismo social “es una manipulación interesada de las ideas de Darwin, de su gran hallazgo: la selección natural”.

Porque ésta es, dentro de la enorme confusión teórica en que está sumida la Biología, el dogma de fe intocable de la doctrina darvinista: “El pretendido paralelismo con la selección de los ganaderos no pasa de ser una analogía superficial”. Porque ¿qué es exactamente la selección natural? Para unos, posiblemente, los darvinistas más honestos, sólo actúa sobre lo que ya hay, es la pura “supervivencia del más apto” de Darwin, pero otros la definen, según “el criterio poblacional” como “supervivencia diferencial”, que puede ser debida a motivos diferentes. Para unos, es la competencia extrema la que impulsa la evolución, para otros, en ocasiones lo que “se selecciona” es la cooperación. Para unos la selección actúa sobre los genes, para otros sobre los organismos y para otros sobre las poblaciones. Para otros sobre todos ellos y además sobre las proteínas, los procesos bioquímicos y es capaz de crear los procesos más complejos, previamente inexistentes comenzando por la vida… Para unos todos estos procesos se rigen por el puro azar, para otros “no hay nada más alejado del azar que la selección natural”. Todo fenómeno biológico, por complejo que sea, existe “porque ha sido seleccionado”.

Conclusión: la selección natural reúne los atributos que las teologías más elaboradas han concedido a su “ser supremo”, aunque con variaciones, según la “secta”. Quizá por eso, cuando alguno de los biólogos descarriados cuestionamos la validez de la selección natural como explicación de la enorme complejidad de los procesos biológicos, la respuesta displicente es que “no comprendemos la selección natural”, que es algo como decir “que no hemos sido tocados por el don de la gracia”.

Porque, por algún “extraño” motivo (que también puede ser una técnica) que merecería la pena analizar científicamente, también se ha producido una especie de santificación del personaje, con el que se ha logrado crear entre sus seguidores una relación emocional, jamás experimentada con ningún (verdadero) científico, que desencadena reacciones verdaderamente agresivas ante cualquier crítica. Como ejemplo significativo, voy a permitirme cerrar este capítulo con la narración de un suceso histórico (supongo que en el contexto de la épica darvinista se puede considerar histórico, aunque haya sucedido el mes pasado): Ante las expresiones de escepticismo de unos alumnos sobre las retóricas explicaciones competitivas del funcionamiento de la Naturaleza, un fervoroso e irritado darwinista comenzó a clamar en un tono no muy diferente de los que vemos, en ocasiones, en los “telepredicadores”: ¡Darwin está vivoooo! Darwin está vivooo!

¿No cree el lector que sería conveniente que se plantearan la idea de hacer un himno? Parece que une mucho.