Acabo de leer el excelente libro del Dr.Mario Beauregard, PhD, neurocientífico e investigador de la Universidad de Montreal; y de la periodista canadiense Denyse O'Leary; titulado "The Spiritual Brain: A neuroscientist's case for the existence of the soul". El libro es una introducción a lo que podríamos llamar neurociencia no materialista.
En este libro, los autores presentan evidencia neurocientífica que muestra que la consciencia es diferente del cerebro; y que no es creada por él. La evidencia científica presentada, y su interpretación, confirma la idea que tenemos (casi) todos nosotros de que somos diferentes de nuestro cerebro, aunque dependamos de él en muchas funciones. Esta última idea, que intuitivamente tenemos casi todos, es rechazada por la mayor parte de los neurocientíficos actuales, quienes sostienen la idea materialista según la cual la consciencia no es más que una función del cerebro (o más exactamente, de procesos cerebrales). Esta última visión (que, es, repito, la dominante en el mundo científico actual) también parece implicar la inexistencia de la libertad de elección, la cuál sería solo una ilusión del cerebro. Como señala este neurocientífico (cuya opinión refleja la de la mayoría de sus colegas): "el cerebro se activa cuando va a tomar una decisión mucho antes de que el individuo tenga consciencia de esa toma de decisión. Con otras palabras, existe una actividad inconsciente cerebral previa a la consciencia de la decisión, lo que implica que ésta es consecuencia y no causa de la actividad cerebral"
En otras palabras, nuestra decisión es consecuencia de una actividad cerebral previa e inconsciente, que no elegimos; lo que es tanto como decir que no elegimos nuestras propias decisiones, sino que ellas son determinadas por una actividad cerebral inconsciente. Ante esta visión determinista y aniquiladora de la libertad, cabría preguntar: Cuando usted lee un libro, ¿no elige racional y conscientemente qué argumentos son correctos y cuáles no? ¿No sopesa el valor e importancia de la información que está examinando? Porque si admitimos que usted no hace esa elección racionalmente (que supone la consciencia en el ejercicio de la propia razón) sino que ésta es realizada por un proceso cerebral previo e inconsciente que usted no elige, difícilmente podamos alabarle por ser racional, o reprocharle por ser irracional; ya que en ambos casos, el mérito solo puede atribuirse a un mecanismo cerebral inconsciente, que determinó una u otra postura antes de que usted "eligiera". Según esta visión, usted no es dueño de sí (pero finge serlo) ni de sus decisiones; estas son tomadas antes de que usted "crea" que las tomó...
Pero esta visión ortodoxa materialista de la neurociencia actual no solo tiene implicaciones sobre el libre albedrío (y por ende, sobre la ética), sino además implica la imposibilidad de que la consciencia sobreviva a la muerte física, por lo que no puede explicar las llamadas experiencias cercanas a la muerte, excepto como alucinaciones de un cerebro que está muriendo. O sea, no solamente usted no tiene libre albedrío, sino además está destinado fatalmente a la extinción permanente después fallecer; y cualquier evidencia en contra es solo producto de una alucinación... o de un fraude pseudo-científico (da igual si usted elige estar de acuerdo o no con esto; recuerde que cualquier opinión que usted elija no la determinó conscientemente usted, sino un mecanismo cerebral previo e inconsciente que crea en usted la "ilusión" de elegir su opinión libremente...)
Todas estas visiones ortodoxas-materialistas de la neurociencia actual son retadas por las evidencias científicas presentadas en el libro del Dr.Beauregard.
Diversos filósofos, pensadores y autores han argumentado que la evidencia de la neurociencia no es incompatible con la idea de que la consciencia sea una sustancia independiente del cerebro (aunque interactúe con él, de forma análoga a como una señal de TV interactúe con un televisor, sin que ello signifique que el televisor produzca la señal). Pero una cosa es demostrar esa compatibilidad, y otra cosa es ofrecer evidencias positivas que apunten a que esa posibilidad es un hecho real.
Precisamente esto último es lo que hace el libro de Beauregard: mostrar evidencia científica que confirma la idea de que la consciencia es diferente del cerebro, y que no es generada por él. Los autores también desarrollan una investigación que vincula las llamadas experiencias místicas con el cerebro.
Durante algún tiempo, se habló mucho de la hipótesis conocida como "Punto de Dios", según la cuál las experiencias místicas se situaban en el lóbulo temporal, según parecía revelarlo los estudios con pacientes epilépticos. Sin embargo, y como se explica en este artículo, la investigación científica del Dr.Beaurgerard muestra que el "punto de Dios" no existe en el cerebro; ya que al experimentarse una experiencia mística, todo el cerebro se ve involucrado en dicha experiencia, no "un solo punto".
Hay que tomar en cuenta, para evitar malentendidos, que este libro no es religioso; no busca demostrar la existencia de ninguna divinidad, ni confirmar la verdad de alguna religión. Su propósito y contenido es otro: presentar abundante evidencia científica que confirma la hipótesis de que la consciencia/mente es diferente del cerebro, y no es generada por él (aunque interactúe recírprocamente con él). El libro tampoco es filosófico, aunque se refiera incidentalmente a las posiciones filosóficas sobre la consciencia/mente y su relación con el cuerpo.
Es importante aclarar esto, ya que quien esté buscando argumentos filosóficos para apoyar o rechazar una determinada creencia, difícilmente lo encontrará aquí. El libro ofrece evidencias científicas, que pueden servir como base para apoyar y recharzar ciertas ideas filosóficas sobre la relación entre la consciencia y el cerebro (en particular, apoya la idea de que la consciencia es diferente del cerebro; y rechaza la idea de que el cerebro y la mente son la misma cosa, o que el cerebro genera la mente).
Desde un punto de vista filosófico, casi toda posición es discutible. Casi ninguna posición filosófica es perfecta, e inmune a la crítica, o a la reevaluación. Ello no significa que las especulaciones filosóficas sean inútiles; solo que ellas deben complementarse con las evidencias científicas. Este equilibrio es lo que permite que podamos sostener posiciones razonables sobre los diversos problemas, en especial cuando son controversiales o reflejan una diferencia profunda acerca del mundo (cosmovisión).
Como ya lo señalé en otro post, la idea de que la consciencia es diferente del cerebro, pero que interactúa con él tiene diversos problemas filosóficos serios. El principal problema es ¿cómo una sustancia inmaterial (la consciencia) puede actuar sobre algo material (cerebro)? ¿Cómo se interconectan?.
Esta pregunta sobre el "cómo" es importante, pero no creo que deba usarse como objeción definitiva de una tesis, porque no sabiendo "cómo" se produce algo, podemos aceptar la existencia de ese algo si alguna evidencia apunta a ello (tal como ocurre con las remisiones espontáneas del cáncer, cuyo "cómo" se desconoce; pero que muy pocos niegan ya que la evidencia muestra que el fenómeno existe, aunque sea infrecuente).
Pero estos problemas también lo tienen las doctrinas que defienden la idea de que la consciencia y el cerebro son lo mismo, o que la primera es generada por el segundo. Por eso existen varias doctrinas materialistas, muchas de ellas incompatibles en varios aspectos importantes, que intentan dar respuesta a este problema.
De allí que la evidencia científica presentada en el libro del Dr.Beauregard pueda ofrecer alguna salida a todo este rompecabezas, al menos para saber cuál puede ser la tesis correcta y más consistente con el conjunto de la evidencia, a pesar de los problemas filosóficos que esa tesis pueda tener.
Una entrevista con el Dr.Beauregard puede leerse aquí. Una larga reseña sobre este libro puede leerse en esta página.
Este libro no debería faltar en la biblioteca de un zetético, o de cualquier otro buscador de la verdad que quiera conocer una nueva interpretación de la neurociencia contemporánea y tener más elementos para la reflexión y el análisis.
En este libro, los autores presentan evidencia neurocientífica que muestra que la consciencia es diferente del cerebro; y que no es creada por él. La evidencia científica presentada, y su interpretación, confirma la idea que tenemos (casi) todos nosotros de que somos diferentes de nuestro cerebro, aunque dependamos de él en muchas funciones. Esta última idea, que intuitivamente tenemos casi todos, es rechazada por la mayor parte de los neurocientíficos actuales, quienes sostienen la idea materialista según la cual la consciencia no es más que una función del cerebro (o más exactamente, de procesos cerebrales). Esta última visión (que, es, repito, la dominante en el mundo científico actual) también parece implicar la inexistencia de la libertad de elección, la cuál sería solo una ilusión del cerebro. Como señala este neurocientífico (cuya opinión refleja la de la mayoría de sus colegas): "el cerebro se activa cuando va a tomar una decisión mucho antes de que el individuo tenga consciencia de esa toma de decisión. Con otras palabras, existe una actividad inconsciente cerebral previa a la consciencia de la decisión, lo que implica que ésta es consecuencia y no causa de la actividad cerebral"
En otras palabras, nuestra decisión es consecuencia de una actividad cerebral previa e inconsciente, que no elegimos; lo que es tanto como decir que no elegimos nuestras propias decisiones, sino que ellas son determinadas por una actividad cerebral inconsciente. Ante esta visión determinista y aniquiladora de la libertad, cabría preguntar: Cuando usted lee un libro, ¿no elige racional y conscientemente qué argumentos son correctos y cuáles no? ¿No sopesa el valor e importancia de la información que está examinando? Porque si admitimos que usted no hace esa elección racionalmente (que supone la consciencia en el ejercicio de la propia razón) sino que ésta es realizada por un proceso cerebral previo e inconsciente que usted no elige, difícilmente podamos alabarle por ser racional, o reprocharle por ser irracional; ya que en ambos casos, el mérito solo puede atribuirse a un mecanismo cerebral inconsciente, que determinó una u otra postura antes de que usted "eligiera". Según esta visión, usted no es dueño de sí (pero finge serlo) ni de sus decisiones; estas son tomadas antes de que usted "crea" que las tomó...
Pero esta visión ortodoxa materialista de la neurociencia actual no solo tiene implicaciones sobre el libre albedrío (y por ende, sobre la ética), sino además implica la imposibilidad de que la consciencia sobreviva a la muerte física, por lo que no puede explicar las llamadas experiencias cercanas a la muerte, excepto como alucinaciones de un cerebro que está muriendo. O sea, no solamente usted no tiene libre albedrío, sino además está destinado fatalmente a la extinción permanente después fallecer; y cualquier evidencia en contra es solo producto de una alucinación... o de un fraude pseudo-científico (da igual si usted elige estar de acuerdo o no con esto; recuerde que cualquier opinión que usted elija no la determinó conscientemente usted, sino un mecanismo cerebral previo e inconsciente que crea en usted la "ilusión" de elegir su opinión libremente...)
Todas estas visiones ortodoxas-materialistas de la neurociencia actual son retadas por las evidencias científicas presentadas en el libro del Dr.Beauregard.
Diversos filósofos, pensadores y autores han argumentado que la evidencia de la neurociencia no es incompatible con la idea de que la consciencia sea una sustancia independiente del cerebro (aunque interactúe con él, de forma análoga a como una señal de TV interactúe con un televisor, sin que ello signifique que el televisor produzca la señal). Pero una cosa es demostrar esa compatibilidad, y otra cosa es ofrecer evidencias positivas que apunten a que esa posibilidad es un hecho real.
Precisamente esto último es lo que hace el libro de Beauregard: mostrar evidencia científica que confirma la idea de que la consciencia es diferente del cerebro, y que no es generada por él. Los autores también desarrollan una investigación que vincula las llamadas experiencias místicas con el cerebro.
Durante algún tiempo, se habló mucho de la hipótesis conocida como "Punto de Dios", según la cuál las experiencias místicas se situaban en el lóbulo temporal, según parecía revelarlo los estudios con pacientes epilépticos. Sin embargo, y como se explica en este artículo, la investigación científica del Dr.Beaurgerard muestra que el "punto de Dios" no existe en el cerebro; ya que al experimentarse una experiencia mística, todo el cerebro se ve involucrado en dicha experiencia, no "un solo punto".
Hay que tomar en cuenta, para evitar malentendidos, que este libro no es religioso; no busca demostrar la existencia de ninguna divinidad, ni confirmar la verdad de alguna religión. Su propósito y contenido es otro: presentar abundante evidencia científica que confirma la hipótesis de que la consciencia/mente es diferente del cerebro, y no es generada por él (aunque interactúe recírprocamente con él). El libro tampoco es filosófico, aunque se refiera incidentalmente a las posiciones filosóficas sobre la consciencia/mente y su relación con el cuerpo.
Es importante aclarar esto, ya que quien esté buscando argumentos filosóficos para apoyar o rechazar una determinada creencia, difícilmente lo encontrará aquí. El libro ofrece evidencias científicas, que pueden servir como base para apoyar y recharzar ciertas ideas filosóficas sobre la relación entre la consciencia y el cerebro (en particular, apoya la idea de que la consciencia es diferente del cerebro; y rechaza la idea de que el cerebro y la mente son la misma cosa, o que el cerebro genera la mente).
Desde un punto de vista filosófico, casi toda posición es discutible. Casi ninguna posición filosófica es perfecta, e inmune a la crítica, o a la reevaluación. Ello no significa que las especulaciones filosóficas sean inútiles; solo que ellas deben complementarse con las evidencias científicas. Este equilibrio es lo que permite que podamos sostener posiciones razonables sobre los diversos problemas, en especial cuando son controversiales o reflejan una diferencia profunda acerca del mundo (cosmovisión).
Como ya lo señalé en otro post, la idea de que la consciencia es diferente del cerebro, pero que interactúa con él tiene diversos problemas filosóficos serios. El principal problema es ¿cómo una sustancia inmaterial (la consciencia) puede actuar sobre algo material (cerebro)? ¿Cómo se interconectan?.
Esta pregunta sobre el "cómo" es importante, pero no creo que deba usarse como objeción definitiva de una tesis, porque no sabiendo "cómo" se produce algo, podemos aceptar la existencia de ese algo si alguna evidencia apunta a ello (tal como ocurre con las remisiones espontáneas del cáncer, cuyo "cómo" se desconoce; pero que muy pocos niegan ya que la evidencia muestra que el fenómeno existe, aunque sea infrecuente).
Pero estos problemas también lo tienen las doctrinas que defienden la idea de que la consciencia y el cerebro son lo mismo, o que la primera es generada por el segundo. Por eso existen varias doctrinas materialistas, muchas de ellas incompatibles en varios aspectos importantes, que intentan dar respuesta a este problema.
De allí que la evidencia científica presentada en el libro del Dr.Beauregard pueda ofrecer alguna salida a todo este rompecabezas, al menos para saber cuál puede ser la tesis correcta y más consistente con el conjunto de la evidencia, a pesar de los problemas filosóficos que esa tesis pueda tener.
Una entrevista con el Dr.Beauregard puede leerse aquí. Una larga reseña sobre este libro puede leerse en esta página.
Este libro no debería faltar en la biblioteca de un zetético, o de cualquier otro buscador de la verdad que quiera conocer una nueva interpretación de la neurociencia contemporánea y tener más elementos para la reflexión y el análisis.