sábado, 4 de octubre de 2008

El poder de la observación versus los excesos de la intelectualización

Una reflexión surgida de una conversación con unos amigos me ha estimulado escribir estos breves comentarios.

Pienso que en muchas personas, especialmente en las más preparadas académicamente, existe algo que podríamos llamar un "exceso de intelectualización". Con esta expresión quiero significar la tendencia psicológica a forzar los hechos de la realidad a un esquema mental previo, que tiende a distorsionar lo que se observa.

Las personas intelectualmente muy cultivadas tienen un conjunto numeroso de categorías conceptuales, mapas intelectuales, ideas elaboradas, etc., y emociones asociadas a esos esquemas cognitivos, con las cuáles "filtran" todas las informaciones que reciben. Esto también existe en el resto de las personas, solo que su efecto parece ser menor que en aquellas personas con una preparación intelectual más alta, lo que puede explicar que en estas últimas sea habitual encontrar una rigidez mental y una arrogancia mayor (en algunos casos, esta arrogancia borda en el ridículo).

Es de hacer notar que el ser humano no es un "tabla rasa" ni un espejo que refleja la realidad tal como es, sino que interpreta esa realidad de acuerdo a sus prejuicios, creencias, filosofía personal, educación o punto de vista. Es por esto que sobre el mismo problema, pueden haber diferentes interpretaciones o concepciones (quien no crea esto, podría pasearse por la historia de la filosofía). Algunos consideran, incluso, que el ser humano construye la realidad, es decir, que no accede a la realidad tal cuál es, sino solo a su interpretación de ella (interpretación que es mediada por el lenguaje). Aunque yo no comparto la versión extrema de esta posición, sí creo que hay algo de cierto en ella, en el sentido de que el ser humano impone unas categorías y concepciones psicológica-lingüísticas para poder interpretar el mundo real.

Pero lo que me gustaría mencionar es el hecho de que en los casos donde hay "exceso de intelectualización", se corre el riesgo de limitar y hasta anular el poder de la observación. Por este último, entiendo la capacidad del ser humano de observar la realidad, los hechos, en una forma lo más objetiva y neutral posible (aunque una objetividad y neutralidad del 100% quizás no pueda obtenerse).

Una persona con exceso de intelectualización, solo observará lo que sus prejuicios conceptuales le informan. Observará lo quiere y espera observar, no lo que está allí. Forzará la realidad, tergiversará las pruebas, y distorsionará los hechos todo lo que sea necesario para conformarlos a sus expectativas. Y esto puede ocurrir incluso involuntariamente (esto se puede observar en el mundo científico, cuando en una disciplina determinada rige un cierto paradigma; y en donde los sujetos que están dentro de ese paradigma no pueden juzgarse a sí mismos de forma neutral y extra-paradigmática, ya que el criterio para juzgar deriva precisamente de ese paradigma. En parte, es por este motivo que estas personas tiendan a rechazar de antemano cualquier teoría heterodoxa o cualquier novedad que amenace el paradigma, o a combatir la disidencia cuando ésta presenta desafíos a los fundamentos del paradigma)

Tomar consciencia de esta debilidad humana es importante para el zetético, quien no puede considerarse a sí mismo como extra-paradigmático; el zetético, como cualquier otra persona, también habla desde una cierta concepción del mundo, desde una cierta perspectiva, y en esa medida es vulnerable a los riesgos de las anteojeras intelectuales que imponen los paradigmas y que generan un exceso de intelecualización.

Pero creo que el zetético puede tener una ventaja: es consciente de esa vulnerabilidad y se esfuerza intencionalmente para reducirla. Esta conciencia lo motiva a la autocrítica permanente, a considerar posiciones y posiblidades alternativas a la suya; a evitar posiciones dogmáticas e intelectualmente limitantes. Aunque este no es un antídoto 100% eficaz para evitar el error, si lo puede reducir a su mínima expresión en la mayoría de los casos.

Creo que a las personas altamente intelectualizadas, les convendría de vez en cuando (como un ejercicio experimental) intentar conscientemente el observar las cosas, en vez de categorzarlas, etiquetarlas o distorsionarlas en función de sus creencias o prejucios. Esto puede ser muy difícil de hacer, pero con la práctica se adquiere cierta destreza en ello.

Tal vez se sorprenda de lo que descubra... quizás tenga delante suyo una fuente valiosa de información, que sus anteojeras mentales derivadas de un exceso de intelectualización impedían que se captara. A veces, esto puede hacer que reconsideremos muchos puntos de vistas, y evolucionemos espiritual e intelectualmente hacia niveles antes no previstos.