En estas fechas de reflexión, donde conversamos, hablamos y compartimos con nuestros seres quieridos y amigos cercanos, siempre surgen ideas y pensamientos que, en otros momentos, y debido al ajetreo de la vida cotidiana, no son nunca articulados en forma clara en nuestra mente.
Uno de estos pensamientos me surgió hace poco a raíz de una conversación que tuve con una persona muy apreciada. Resulta ser que el padre de esta persona es un hombre bastante cultivado, instruído y preparado académicamente; es un conversador habilidoso, y alguien a quien vale la pena escuchar cuando explica temas de su propia especializadad, o cuando opina sobre ciencia, filosofía, historia, arte o asuntos de cultura general. Yo al menos he aprendido mucho de él en nuestras conversaciones, ya que siempre procuro aprender de quienes saben más que yo, o quienes debido a su posición y experiencia tienen acceso a una información o conocimiento del cuál yo carezco.
Pero este mismo hombre es una persona que tiene una serie de defectos o fallas que parecieran destruir en la práctica cualquier admiración que uno pudiera sentir por él. Entre estos defectos o fallas, me constan los siguientes:
1)Extrema soberbia intelectual. El diccionario de la Academia Española ofrece, en su primera definición de soberbia, la siguiente: "Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros".
Yo he notado que entre los intelectuales, este defecto parece ser muy frecuente. Pareciera que mientras más conocimiento tienen (o creen que tienen), más importante y dignos de admiración se sienten. No solo se creen importantes (independientemente de si realmente lo son o no), sino que parecen exigir de los demás ese reconocimiento explícito.
2)Dogmatismo en sus creencias personales e incapacidad para reconocer sus errores. Este defecto también es frecuente en la gente que se considera a sí misma muy instruída o cultivada. Depositan tanta fuerza emocional y tanta autoestima en su propia imagen de "intelectual", que convierten sus creencias y opiniones personales en hechos definitivos y absolutos.
Parecen creer que equivocarse es una especie de "pecado" que un intelectual nunca puede cometer, y luchan obstinadamente para justificar y racionalizar sus opiniones, por más erradas que sean.
Su terquedad extrema es una consecuencia de esto.
3)Autoritarismo. Este señor, al menos con su familia (e indirectamente con los demás), parece creerse con la autoridad suficiente para decirle a los demás lo que deben hacer o lo que deben pensar. Esto le ha causado serios problemas familiares (ej: dos de sus hijos no le hablan...)
Yo creo que esta actitud autoritaria deriva también de la soberbia y la arrogancia. Si yo me creo importante porque "sé más que tú", entonces de alguna manera "tú" eres inferior a mí; y eso parece darme el derecho de "decirte" lo que "tienes" que hacer o pensar. En otras palabras, es como si en el fondo pensaran "estoy aquí para educarte y tú debes guardar silencio y obedecer"
Este autoritarismo lo padecen principalmente su esposa e hijos, y solo indirectamente y muy rara vez otras personas que no estén bajo su "imperio".
Pero el objetivo de este post no es analizar los defectos o virtudes de esta persona, sino reflexionar sobre esa conducta. ¿Cómo puede una persona que ha estudiado tanto tener una conducta tan fuera de orden? ¿De qué sirve poseer X cantidad de conocimientos sobre ciencia, filosofía o arte si, en la vida cotidiana y con nuestros seres queridos, actuamos como patanes? ¿De qué me sirve creerme "superior" a los demás, si a la vez dependo emocionalmente del reconocimiento o admiración de esa misma gente a quien desprecio por ser "inferiores"? (de lo contrario, no haría alarde ante ellos de lo "mucho" que sé).
Esto me ha hecho llegar a la siguientes conclusiones personales:
1-Una cosa es el conocimiento, y otra es la sabiduría.
El conocimiento sería el cúmulo de informaciones que se manejen, sea en un área determinada (conocimiento especializado), o en muchas áreas generales (conocimiento o cultura general). En cambio, la sabiduría tiene que ver con el arte del buen vivir, es decir, se trata de un conocimiento práctico de la vida, que se caracteriza por una serie de valores tales como la prudencia, la tolerancia, la empatía, la cordialidad, el respeto, la humildad intelectual, la buena voluntad, etc.
2-El conocimiento se aprende con el estudio; mientras que la sabiduría se desarrolla con la experiencia personal, la reflexión permanente, la educación del hogar, y quizás con un estado de ánimo propicio para ello (es posible que muchas personas, debido a su personalidad innata, nunca puedan llegar a ser sabias, aun cuando tenga experiencia o buena educación familiar)
Por este motivo, pueden existir personas sabias aun cuando no posean conocimientos especializados o generales. Y también existen personas con conocimientos especializados o generales, que no son nada sabios.
Según lo que he observado, hay mucha gente instruída, pero son muy pocas las personas sabias.
3-El conocimiento es esencial en el trabajo que realicemos; la sabiduría es esencial para la vida en general, y en especial para las relaciones interpersonales. Esto supone que la sabiduría es en el fondo más importante que el conocimiento, aunque ambas no se excluyan.
De allí que yo valore más a una persona sabia (instruída o no) que a una persona "instruída" (pero no sabia). Con la persona sabia cerca, creceremos emocional y espiritualmente (aunque intelectualmente no nos aporte mucho); con la persona instruída pero no sabia, ganaremos quizás un aprendizaje intelectual, pero a riesgo de ser maltratados o abusados en el plano personal y emocional.
4-En general, para alcanzar la felicidad y el bienestar personal, la sabiduría es infinitamente más importante que el conocimiento.
5-Para mí, lo ideal sería tener un conocimiento especializado o general sólido (es decir, una formación académica básica y una cultura general aceptable), pero cuyo uso se emplee también en el desarrollo de la sabiduría. Es decir, que el conocimiento que obtengamos no sea usado solo para ganarnos la vida con un empleo mejor o peor remunerado, ni para hacer inoportunos y vanos alardes de conocimiento antes los demás, ni para sentirnos importantes o "superiores" al resto, sino que su empleo tenga aplicación práctica en el mejoramiento de nuestras vidas y en nuestras relaciones personales.
Aunque las definiciones y reflexiones anteriores son enteramente personales (y quizás algunos de ustedes difieren en uno u otro punto), creo que diferenciar entre conocimiento y sabiduría es bastante útil. Si piensan detenidamente, estoy segura que pueden encontrar en su vida a alguien que sea muy instruído, pero poco sabio; y también a personas que sean sabias, aunque no tengan mucha instrucción.
Pero las cuestiones más importantes para nuestra vida personal son: ¿Te consideras sabio o instruído? ¿Eres ambas cosas? ¿O ninguna? ¿Qué harías para desarrollar o propiciar la sabiduría de vida? ¿Prefieres estar con gente sabia o instruída? ¿Tus amigos más cercanos son sabios o solo instruídos? ¿Cómo enseñarías a tus hijos a ser sabios, además de instruídos?
Al menos algunas de estas ideas y preguntas le servirán a algunos para reflexionar en estas fechas...
Uno de estos pensamientos me surgió hace poco a raíz de una conversación que tuve con una persona muy apreciada. Resulta ser que el padre de esta persona es un hombre bastante cultivado, instruído y preparado académicamente; es un conversador habilidoso, y alguien a quien vale la pena escuchar cuando explica temas de su propia especializadad, o cuando opina sobre ciencia, filosofía, historia, arte o asuntos de cultura general. Yo al menos he aprendido mucho de él en nuestras conversaciones, ya que siempre procuro aprender de quienes saben más que yo, o quienes debido a su posición y experiencia tienen acceso a una información o conocimiento del cuál yo carezco.
Pero este mismo hombre es una persona que tiene una serie de defectos o fallas que parecieran destruir en la práctica cualquier admiración que uno pudiera sentir por él. Entre estos defectos o fallas, me constan los siguientes:
1)Extrema soberbia intelectual. El diccionario de la Academia Española ofrece, en su primera definición de soberbia, la siguiente: "Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros".
Yo he notado que entre los intelectuales, este defecto parece ser muy frecuente. Pareciera que mientras más conocimiento tienen (o creen que tienen), más importante y dignos de admiración se sienten. No solo se creen importantes (independientemente de si realmente lo son o no), sino que parecen exigir de los demás ese reconocimiento explícito.
2)Dogmatismo en sus creencias personales e incapacidad para reconocer sus errores. Este defecto también es frecuente en la gente que se considera a sí misma muy instruída o cultivada. Depositan tanta fuerza emocional y tanta autoestima en su propia imagen de "intelectual", que convierten sus creencias y opiniones personales en hechos definitivos y absolutos.
Parecen creer que equivocarse es una especie de "pecado" que un intelectual nunca puede cometer, y luchan obstinadamente para justificar y racionalizar sus opiniones, por más erradas que sean.
Su terquedad extrema es una consecuencia de esto.
3)Autoritarismo. Este señor, al menos con su familia (e indirectamente con los demás), parece creerse con la autoridad suficiente para decirle a los demás lo que deben hacer o lo que deben pensar. Esto le ha causado serios problemas familiares (ej: dos de sus hijos no le hablan...)
Yo creo que esta actitud autoritaria deriva también de la soberbia y la arrogancia. Si yo me creo importante porque "sé más que tú", entonces de alguna manera "tú" eres inferior a mí; y eso parece darme el derecho de "decirte" lo que "tienes" que hacer o pensar. En otras palabras, es como si en el fondo pensaran "estoy aquí para educarte y tú debes guardar silencio y obedecer"
Este autoritarismo lo padecen principalmente su esposa e hijos, y solo indirectamente y muy rara vez otras personas que no estén bajo su "imperio".
Pero el objetivo de este post no es analizar los defectos o virtudes de esta persona, sino reflexionar sobre esa conducta. ¿Cómo puede una persona que ha estudiado tanto tener una conducta tan fuera de orden? ¿De qué sirve poseer X cantidad de conocimientos sobre ciencia, filosofía o arte si, en la vida cotidiana y con nuestros seres queridos, actuamos como patanes? ¿De qué me sirve creerme "superior" a los demás, si a la vez dependo emocionalmente del reconocimiento o admiración de esa misma gente a quien desprecio por ser "inferiores"? (de lo contrario, no haría alarde ante ellos de lo "mucho" que sé).
Esto me ha hecho llegar a la siguientes conclusiones personales:
1-Una cosa es el conocimiento, y otra es la sabiduría.
El conocimiento sería el cúmulo de informaciones que se manejen, sea en un área determinada (conocimiento especializado), o en muchas áreas generales (conocimiento o cultura general). En cambio, la sabiduría tiene que ver con el arte del buen vivir, es decir, se trata de un conocimiento práctico de la vida, que se caracteriza por una serie de valores tales como la prudencia, la tolerancia, la empatía, la cordialidad, el respeto, la humildad intelectual, la buena voluntad, etc.
2-El conocimiento se aprende con el estudio; mientras que la sabiduría se desarrolla con la experiencia personal, la reflexión permanente, la educación del hogar, y quizás con un estado de ánimo propicio para ello (es posible que muchas personas, debido a su personalidad innata, nunca puedan llegar a ser sabias, aun cuando tenga experiencia o buena educación familiar)
Por este motivo, pueden existir personas sabias aun cuando no posean conocimientos especializados o generales. Y también existen personas con conocimientos especializados o generales, que no son nada sabios.
Según lo que he observado, hay mucha gente instruída, pero son muy pocas las personas sabias.
3-El conocimiento es esencial en el trabajo que realicemos; la sabiduría es esencial para la vida en general, y en especial para las relaciones interpersonales. Esto supone que la sabiduría es en el fondo más importante que el conocimiento, aunque ambas no se excluyan.
De allí que yo valore más a una persona sabia (instruída o no) que a una persona "instruída" (pero no sabia). Con la persona sabia cerca, creceremos emocional y espiritualmente (aunque intelectualmente no nos aporte mucho); con la persona instruída pero no sabia, ganaremos quizás un aprendizaje intelectual, pero a riesgo de ser maltratados o abusados en el plano personal y emocional.
4-En general, para alcanzar la felicidad y el bienestar personal, la sabiduría es infinitamente más importante que el conocimiento.
5-Para mí, lo ideal sería tener un conocimiento especializado o general sólido (es decir, una formación académica básica y una cultura general aceptable), pero cuyo uso se emplee también en el desarrollo de la sabiduría. Es decir, que el conocimiento que obtengamos no sea usado solo para ganarnos la vida con un empleo mejor o peor remunerado, ni para hacer inoportunos y vanos alardes de conocimiento antes los demás, ni para sentirnos importantes o "superiores" al resto, sino que su empleo tenga aplicación práctica en el mejoramiento de nuestras vidas y en nuestras relaciones personales.
Aunque las definiciones y reflexiones anteriores son enteramente personales (y quizás algunos de ustedes difieren en uno u otro punto), creo que diferenciar entre conocimiento y sabiduría es bastante útil. Si piensan detenidamente, estoy segura que pueden encontrar en su vida a alguien que sea muy instruído, pero poco sabio; y también a personas que sean sabias, aunque no tengan mucha instrucción.
Pero las cuestiones más importantes para nuestra vida personal son: ¿Te consideras sabio o instruído? ¿Eres ambas cosas? ¿O ninguna? ¿Qué harías para desarrollar o propiciar la sabiduría de vida? ¿Prefieres estar con gente sabia o instruída? ¿Tus amigos más cercanos son sabios o solo instruídos? ¿Cómo enseñarías a tus hijos a ser sabios, además de instruídos?
Al menos algunas de estas ideas y preguntas le servirán a algunos para reflexionar en estas fechas...